Hubo un tiempo en que la ciberseguridad giraba en torno a servidores, firewalls y estaciones de trabajo. Hoy, el enfoque ha cambiado radicalmente: los dispositivos móviles (smartphones) se han convertido en el nuevo campo de batalla digital. Lo que llevamos en el bolsillo ya no es solo un teléfono: es un ordenador de alto rendimiento, una herramienta de productividad, una cartera digital… y, en muchos casos, la puerta trasera a redes empresariales.
En WWatcher llevamos tiempo observando cómo los ataques a smartphones han pasado de ser anecdóticos a estratégicos. Es una evolución lógica: si el atacante busca datos, accesos y control, va a seguir al usuario allá donde esté. Y ese lugar, más que nunca, es el móvil.
La respuesta es simple: concentración de datos + conectividad permanente + relajación en la seguridad. Pero vamos un poco más allá.
Aunque muchas amenazas son una adaptación de ataques tradicionales, el contexto móvil les da una nueva dimensión:
Los troyanos bancarios como Teabot o FluBot se distribuyen vía SMS o aplicaciones falsas. Una vez instalados, capturan pulsaciones, acceden a notificaciones o incluso realizan operaciones sin que el usuario lo note. En Android, el abuso de los permisos de accesibilidad es especialmente crítico.
El clásico phishing ha mutado. Ya no se limita al email: ahora llega por SMS (smishing), WhatsApp, redes sociales o incluso notificaciones push. Además, los mensajes suelen ser más personalizados y urgentes ("Has ganado", "Tu cuenta será bloqueada"), lo que dispara las tasas de clic.
No todas las apps en Google Play o incluso App Store están libres de riesgos. En muchos casos, los atacantes clonan apps legítimas o inyectan código malicioso en versiones modificadas distribuidas fuera de las tiendas oficiales. ¿El objetivo? Robar credenciales, desplegar backdoors o extraer datos sensibles.
Con herramientas como Wireshark o Pineapple, un atacante puede montar un punto de acceso falso (Evil Twin) y espiar el tráfico de usuarios que se conecten sin protección. Esto permite robar sesiones, capturar contraseñas o inyectar contenido malicioso.
Si el dispositivo no está actualizado, puede ser vulnerable a exploits ya conocidos. Casos como Pegasus deNSO Group demostraron que, incluso sin interacción del usuario (zero-click), se puede comprometer completamente un dispositivo.
El problema de fondo es que la seguridad móvil sigue siendo subestimada. Mientras que en los entornos corporativos se aplican políticas estrictas de acceso y seguridad, los móviles siguen considerándose “personales”, aunque accedan a recursos críticos.
Los dispositivos móviles han cambiado la forma en la que vivimos y trabajamos. Pero esa comodidad tiene un precio: nos ha hecho más expuestos. Los ciberdelincuentes lo saben y han afinado sus técnicas para atacar donde somos más vulnerables.
En WWatcher, creemos que la seguridad móvil ya no puede ser una nota al pie en las políticas de ciberseguridad. Tiene que estar en el centro de la estrategia, al mismo nivel que cualquier endpoint tradicional. Porque, al final del día, el acceso más valioso para un atacante no está en el datacenter... está en tu bolsillo.